Narices, obispos, monaguillos y sargentos
Aunque suene raro, en las carreteras por las que circulamos existen narices, obispos, monaguillos y sargentos, y suelen aparecer juntos en bifurcaciones y divergencias. La jerigonza propia de las carreteras adquiere a veces un tono burlón.
Confluencias y bifurcaciones; convergencias y divergencias
Estamos acostumbrados a que en las carreteras principales aparezcan o desparezcan carriles adicionales en nuestra calzada, para facilitar determinados movimientos sin mengua de la seguridad. Relacionado con esto, el léxico de carreteras contiene cuatro conceptos que parecen similares, pero que no lo son si hablamos con propiedad. La Norma de Trazado nos ayuda a definirlos:
Una confluencia es una zona en la que dos calzadas convergen en una, sin establecer prioridades entre ellas, mientras que una bifurcación es una zona en la que una calzada se divide en otras dos, también sin establecer prioridades entre ellas. Relacionados con su diseño, aparecen los denominados carriles de confluencia, que son aquellos que se van suprimiendo progresivamente después de una confluencia de dos calzadas, y los carriles de bifurcación, que son los que se van añadiendo progresivamente a las calzadas resultantes antes de una bifurcación.


Conceptos distintos son la convergencia y la divergencia, en este caso relacionados con maniobras entre dos vehículos cuyas trayectorias se unen o se separan de una común. Aparecen así los carriles de convergencia o de divergencia, que suelen ser de tipo paralelo y sirven para cambiar la velocidad, manteniendo el nivel de servicio y garantizando la seguridad vial.

Narices
En las bifurcaciones y en las divergencias aparece una superficie que es común a las dos calzadas o a la calzada principal y el carril de divergencia, hasta que se separan definitivamente ambas vías. El nombre técnico que tiene es muy expresivo: “nariz”.
Las narices son unas áreas delicadas en lo que se refiere a la seguridad vial. De entrada, toda la zona suele estar fuertemente señalizada con el objeto de evitar las confusiones de los conductores , existiendo señales verticales y carteles en pórticos o banderolas así como abundantes marcas viales. Debido a esa abundancia informativa los conductores tienden a sufrir cierto estrés. Por otra, suele ser habitual que exista en la nariz algún cartel flecha con la indicación del número de la salida, tal como ordena la Norma de Señalización Vertical. A lo anterior hay que añadir muchos casos en los que detrás de la nariz existe un fuerte desnivel (casos en los que la carretera principal discurre en terraplén, por ejemplo) de manera que una posible salida de vía puede revestir cierta gravedad. Más delicado es el caso de narices que albergan soportes de pórticos, banderolas o luminarias, con el riesgo de choque frontal de cualquier vehículo cuyo conductor se despiste; en este caso la Norma de Señalización Vertical deja muy claro que no deben disponerse estos soportes allí.
Siendo las narices un punto tan delicado, se vienen implantando en algunas de ellas, desde hace unos años, amortiguadores de impacto que permiten minimizar la lesividad en caso de choque.



El balizamiento de las narices (valga la expresión)
Siendo las bifurcaciones y las divergencias unas zonas tan delicadas de las carreteras, además de su señalización y de los sistemas de contención de vehículos es necesario que dispongan de un buen balizamiento.
Curiosamente, salvo el caso de los paneles direccionales y los hitos de arista, el balizamiento carece en España de unas recomendaciones específicas. En 2011, un grupo de trabajo creado por la Dirección General de Carreteras del Ministerio de Fomento redactó una propuesta de Recomendaciones sobre el Balizamiento, pero a día de hoy no ha sido aprobada. Entre los elementos de balizamiento aparecían los técnicamente denominados hitos de vértice y las balizas H-75, popularmente conocidos como “obispos” y “monaguillos” respectivamente. Su presencia en las carreteras españolas ya tiene muchos años y su fabricación se ha basado en normas UNE, si bien, como se ha dicho, sus diseños son muy variados (en especial los de los hitos de vértice) y su colocación dispar.
Los hitos de vértice suelen ser utilizados en divergencias y bifurcaciones. Tienen en común que la cara frontal es cilíndrica (generalmente de color verde, aunque también los hay de otros colores) y que en ella se disponen dos triángulos isósceles iguales de color blanco y de material retrorreflectante, pudiendo estar unidos por una franja horizontal, también retrorreflectante, con anchura aproximada de un tercio del lado mayor de los triángulos. Excepcionalmente, el borrador de Recomendaciones admitía que solo hubiera un triángulo en las divergencias propias de un lecho de frenado (para evitar confusiones en este caso). En general suele haber dos tipos de hitos, los grandes (de 170 a 200 cm de anchura en su base) y los pequeños (de 100 a 120 cm).



Un hito de vértice necesita estar lastrado, para evitar su desplazamiento a causa del viento. No obstante, ese lastre debe ser limitado, pues no debe convertirse en un obstáculo que pueda agravar cualquier accidente por salida de la vía. Por ese motivo, no deben hormigonarse ni anclarse al terreno, siendo suficiente con rellenar hasta unos 20 cm de altura con grava o gravilla. Con ese pequeño lastre se garantiza la estabilidad hasta con vientos de hasta 125 km/h (en los hitos más habituales) y no supone ningún riesgo grave para el conductor que impacta contra el hito.
Popularmente, en el mundillo de los trabajadores de la carretera, a los hitos de vértice se les denomina “obispos”, por su parecido con la mitra propia de estas autoridades eclesiásticas. Mucha imaginación no hay que echarle.

Las balizas H-75 son elementos de balizamiento constituidos por material polimérico flexible, generalmente cilíndricos, aunque también los hay planos o curvos, dotados de dos franjas retrorreflectantes que aumentan su visibilidad. Sirven como guía o referencia en zonas singulares de la carretera y pueden ser franqueadas por un vehículo sin daño para éste ni para sus ocupantes.
Debido a las franjas de su diseño y a estar siempre revoloteando cerca del obispo, en el argot propio de los trabajadores de la carretera se les denomina “monaguillos”.

El hito de vértice se debe colocar sobre el pavimento en la nariz de la divergencia, donde no exista marca vial. Es importante coordinar su colocación con las alineaciones definidas por las balizas H-75 que suelen acompañarle. También es importante que estas balizas se coloquen siempre en el extremo exterior del arcén, de manera que dejen libre la mayor parte de éste. No hay que olvidar que por los arcenes pueden circular, en determinados supuestos, algunos vehículos, y que la invasión de la calzada por causa de estar obstruido el arcén por elementos de balizamiento es muy peligrosa.

Después de una divergencia suele haber una curva cerrada, al menos en el carril que se separa de la calzada principal. El elemento de balizamiento característico de las curvas es el panel direccional, denominado «sargento» por los trabajadores de la carretera, debido a sus galones.

Cuando los hitos eran de piedra o de hormigón
Para finalizar, un poco de historia. La Instrucción de Carreteras de 1939 fue la primera que trató oficialmente sobre el balizamiento de las bifurcaciones, que entonces se definían como “empalmes”. La Instrucción definió los “hitos de empalme”, que debían colocarse “a la derecha, en la dirección de la marcha, en la tangente de entrada de la curva de empalme”, debiendo colocarse un hito o mojón para cada una de las direcciones, por lo que lo habitual en el caso de bifurcaciones era colocar tres hitos.
Los hitos tenían una dimensión respetable y su peso superaba los 200 kg, pues eran troncos de pirámide regular de un metro de altura y bases cuadradas de 40 cm de lado en la base inferior y de 20 cm en la cara superior. El hito se coronaba con una pirámide de 2 cm de altura. Iban pintados de blanco y negro, por fajas alternadas de 20 cm de altura, de manera que la faja superior fuera negra. Además, incluían dos captafaros blancos colocados en cada una de las dos franjas blancas.
En esos años no había obispos, monaguillos ni sargentos en las bifurcaciones, pero más valía no salirse de la calzada y terminar empotrado en un hito de empalme. El balizamiento era contundente.



Agradezco las aportaciones a este artículo, después de su primera publicación, por parte de D. Ángel Sampedro, D. Vicente Espert y D. José Ignacio Suárez.
Carlos, que placer estar de vacaciones y leer cada entrada del blog. Lo ameno y apasionante que es. Un abrazo!!!
Muchísimas gracias.