SPS
(Sistema de posicionamiento sonoro)
Sin pérdida (no siempre)
Hoy día, gracias al GPS (sistema de posicionamiento global), complementado con sistemas geográficos, mapas digitales y navegadores resulta sencillo orientarse en el terreno y no perderse, aunque se citen casos en los que Google ha jugado alguna mala pasada a algunos vehículos.
Ahora bien, ¿cómo se hacía hace más de un siglo, cuando apenas existían caminos y los que había carecían de la mínima señalización orientativa?
Referencias diurnas
Durante el día, si no había impedimento visual (niebla o ventisca), los caminantes podían distinguir más o menos la continuidad de la senda o del camino, además de otras referencias conocidas. Entre estas últimas fueron habituales los cerros de San Cristóbal.
A ciegas…
Lo realmente complicado era orientarse cuando la visibilidad era escasa o nula. Era el caso de que se hiciera de noche en el camino, lejos de cualquier venta o población, o cuando el caminante se veía envuelto por una ventisca o gran tormenta.
Aún peor era el caso de que una niebla espesa invadiera el paisaje. Es el “paisaje vacío”. Este fenómeno, duradero y muy habitual en ciertas zonas, era sin duda el más peligroso. Se cuentan casos de caminantes despeñados en zonas de montaña al perder toda referencia o de viajeros que perecieron helados por no poder continuar su marcha o perder el camino.
“La verdad era que el camino, que equivocadamente había tomado, se hacía cada vez más áspero y difícil, y que por una parte la sombra que ya arrojaban las altísimas rocas, que parecían suspendidas sobre mi cabeza, y por otra el ruido vertiginoso del agua que corría profunda a mis pies, y de la que comenzaba a elevarse una niebla inquieta y azul, que se extendía por la cortadura borrando los objetos y los colores, parecían contribuir a turbar la vista y conmover el ánimo con una sensación de penoso malestar, que vulgarmente podría llamarse preludio de miedo”. Cartas desde mi celda (carta VI). Gustavo Adolfo Bécquer.
…pero no a sordas.
En estas circunstancias difíciles, el único sentido útil era el oído, siempre que algún alma compasiva emitiera un fuerte sonido, claro. Hoy día, seguro que este método sería denominado como SPS (Sistema de Posicionamiento Sonoro), de acuerdo con la moda de abreviar mediante sus letras iniciales las expresiones complejas, que aún queda más chulo si se trata de palabras en lengua inglesa.
Trompetas,
El uso de trompetas fue habitual cuando el viaje lo efectuaba una numerosa comitiva o un ejército. No solamente servía para ordenar reagrupamientos o señalar el inicio de la marcha, sino que en ocasiones sirvió también para orientar a los caminantes.
Un caso muy documentado es el relato que escribió Enrique Cock sobre el viaje de Felipe II y sus cortesanos desde Madrid a Zaragoza en el año de 1585. El camino real de ruedas discurría entre Maranchón y Cariñena (pasando por Daroca) por unos territorios escasamente poblados, por lo que el buen número de acompañantes tenía que distribuirse para su descanso por los pequeños pueblos próximos al camino real. El aviso general para informar sobre los movimientos del monarca se efectuaba mediante el sonido de la trompeta: “Viernes, dieciséis de febrero, después de almorzar caminamos una legua hasta Used, donde llegamos a la misma hora que su Majestad se ponía en camino, dando señal para ello su trompeta. Nosotros apartábamos a mano derecha del camino en un campo, hasta que los coches del Rey y de las damas hubiesen pasado, porque esta orden siempre guardábamos por el camino”.
No obstante, el sonido de la trompeta sirvió también para guiar a los miembros dispersos de la comitiva en momentos y tramos difíciles. Este fue el caso del paso por el puerto de San Martín, entre Villarreal y Encinacorba (denominada entonces Sinascueva). Cerca de la cima de ese puerto se encontraba la venta de San Martín (hoy en ruinas) y a partir de ella el camino descendía por un bosque de carrascas, que al anochecer debía ofrecer un aspecto fantasmagórico. Así lo relató Cock: “A mano derecha está otro lugar que se dice Villarreal, donde muchos caballeros se fueron a dormir. A nosotros cupo esta noche la villa de Sinascueva, dos leguas adelante a la mano izquierda del camino. Habíamos de pasar un puerto en el cual está la venta de San Martín en la mitad del camino, ya cuando llegábamos allá era muy de noche, y si algunas veces no se tocase la trompeta, muchos de nosotros errasen el camino”.
campanas…
El tañido de campana fue otro método para orientar a los caminantes y a la gente próxima a la población. En muchos lugares se tocaban las campanas con motivo de fenómenos meteorológicos adversos, para orientar no solo a los caminantes sino también a los propios trabajadores del lugar que se encontraban en los campos. Se citan bastantes casos relacionados con nevadas que en muchas ocasiones hacían desaparecer cualquier vestigio de los caminos.
En las zonas de montaña era más necesario poder orientar a los caminantes en casos de nieblas o nevadas. Al peligro por extravío del camino se unía el de un posible despeñamiento o el de morir congelado. A lo largo del Camino de Santiago se citan numerosos lugares en los que era normal el toque de campanas con fines de orientación. Por ejemplo, una de las dificultades del Camino es el paso del puerto de Ibañeta, entre Valcarlos y Roncesvalles, donde ya desde comienzos del siglo XIII el sonido de la campana de la ermita servía para guiar a los peregrinos y sin duda salvó muchas vidas.
Un caso documentado y muy conocido es el de la “campana de los perdidos” de la iglesia de San Miguel de los Navarros, en Zaragoza. Se cuenta que a principios del siglo XVI (probablemente en 1529) perecieron dos mujeres en las orillas del río Huerva porque desorientadas por la oscuridad y la fría niebla no pudieron regresar a la ciudad al atardecer. Era habitual que muchas personas trabajaran durante el día en esa zona, en la que había mucha vegetación. A raíz del suceso se decidió colocar un faro luminoso en la torre de la iglesia, que permitiera ser visto desde lejos. Zaragoza es tierra de fuerte cierzo que alterna con prolongadas nieblas. El viento se encargó de destrozar el invento unos años después. Fue entonces cuando se organizó el toque de la campana cada media hora, entre el atardecer y la media noche. Posteriormente se fue reduciendo la periodicidad del tañido e incluso desapareció durante algunos años en el siglo XX. Hoy día se ha recuperado como recuerdo histórico de tan benefactor sonido.
El toque de campanas al atardecer fue clásico en otras poblaciones, lo que también se ha interpretado como un “toque de queda”. En el fondo, tampoco era normal en aquellos tiempos circular por las calles de noche. Quienes lo hacían eran otros “perdidos”.
… y pitos
Cualquier sonido potente podía servir para la buena causa de orientar a los caminantes.
Una venta muy conocida en el valle de Belagua (Isaba) es la de Juan Pito. Antiguamente se llamaba venta de Arrakogoiti. Se encuentra en el camino de paso del valle del Roncal a Francia y esa venta fue, históricamente, refugio de pastores, trabajadores, bandoleros, contrabandistas y algún que otro viajero. Fue muy famosa por sus migas de pastor, que hoy es uno de los reclamos de un excelente restaurante. Del histórico Juan Pito se cuenta que fue un viejo dulzainero y que en los días de niebla o de ventisca, en ese territorio con tan complicada orografía, tocaba el pito para orientar a los pobres transeúntes hacia la venta. De ahí su nombre.
Por lo habitual, no nos damos cuenta de la maravilla que es poder consultar en un móvil la ruta a seguir y que una amable voz enlatada nos oriente en giros o bifurcaciones. Muy poco nos acordamos de las penalidades que tuvieron que pasar nuestros antepasados y del alivio que sentían cuando alguien hacía sonar cualquier cosa, aunque fuera un simple pito.