Viaje seguro… con el arriero Pepe Lanza.
Hubo arrieros que aprovecharon la inseguridad de los caminos y su trato con los malhechores de la comarca para garantizar la seguridad de los viajeros que les contrataban, claro está que a un precio mucho más elevado de lo normal.
Diversos testimonios dejaron constancia de estas estructuras mafiosas.
Así lo describió Théophile Gautier en el año 1840 (“Viaje a España”, ediciones Cátedra, 1998, p.284): “Los conductores de mulas y de galeras conocen a los ladrones, negocian con ellos, y mediante un canon de tanto por cabeza de viajero o por convoy, según las condiciones, obtienen el paso libre sin ser detenidos. Estos arreglos son cumplidos por una y otra parte con una escrupulosa honradez, si esta palabra puede ser aplicada a tales transacciones. Cuando el jefe de la tropa que trabaja en esa parte del camino se retira acogiéndose a un indulto, o por otro motivo cualquiera, cede a otro su negocio y su clientela, cuida mucho de presentar oficialmente a su sucesor los cosarios que le pagan su contribución negra, para no ser molestados por inadvertencia. De esta manera, los viajeros están seguros de no ser despojados, y los ladrones evitan el riesgo de un ataque que muchas veces podría resultar peligroso. Cada cual saca su propio provecho”.
La inmensa mayoría de los relatos de viajes por España, durante el siglo XIX, fueron publicados por extranjeros, y en esas narraciones siempre aparece el asunto de la inseguridad de los caminos y el miedo a ser interrumpido el viaje, a ser robado o a terminar aún peor.
Algunas de estas publicaciones fueron imaginarias o mera copia de otras (es famoso el caso de la “Relación del viaje de España”, de Madame d’Aulnoy, ya que al parecer esta dama no llegó a pisar la península Ibérica). No obstante, parece curioso que dos relaciones de viaje, separadas diez años en el tiempo, coincidan en la identidad del que, probablemente, fue el arriero más famoso entre Málaga y Granada.
Se trata de Pepe Lanza.
Así lo describe Gautier: “Nuestros amigos de Granada nos indicaron un cosario llamado Lanza, un mocetón de buen aspecto y que además tenía muy buenas relaciones con los bandidos”.
Diez años más tarde, Joséphine de Brinckmann (“Paseos por España 1849 y 1850”, Ediciones Cátedra, p.265), cita al mismo protagonista: “El hombre que así me hablaba era un funcionario público, más apropiado que cualquiera para saber la verdad de estas cosas. […] Me aconsejó ir por Vélez-Málaga y Alhama y, sobre todo, tomar como guía a Pepe Lanza. Con él –me dijo- no tenéis necesidad de escolta: Lanza es muy bien conocido por los ladrones de estas comarcas; él les hace pequeños servicios en la ciudad, les paga un tributo anual para que ellos les dejen vivir en paz y ellos le son fieles a su palabra. Desde hace cuarenta años que va a Granada con sus mulas una vez a la semana, nunca ha sido robado y es ciertamente el único arriero de toda Andalucía que puede decir tal cosa”.
Así que ambos relatores viajaron con el famoso Pepe Lanza. En su carta, Joséphine exagera sobre lo que cree haber contratado: “Salgo mañana para Granada, querido hermano, con el famoso Lanza, el cual responde de mí con su cabeza”. Lo cierto es que no tuvo ningún incidente, todo lo contrario que Gautier, cuyo relato muestra que viajar con un seguro antirrobo es siempre beneficioso: “Una noche, entre Alhama y Vélez, nuestro cosario se había quedado dormido sobre el cuello de su mula, al final de la fila, cuando de repente unos gritos agudos lo despertaron. Ve entonces brillar unos trabucos al borde del camino. No cabe duda, el convoy iba a ser atacado. Extremadamente sorprendido, se baja de su caballería, levanta con la mano las bocas de los trabucos y da su nombre. ¡Ah, perdón, señor Lanza!, dicen los bandoleros, confusos por su equivocación, no le habíamos reconocido. Somos gente honrada, incapaces de hacer tamaña falta de delicadeza, tenemos el suficiente honor como para no quitarle ni un solo cigarro puro”. Faltaría más.
Lanza fue un precursor de las modernas agencias de viaje. En el itinerario había una parada obligada en Vélez-Málaga, en la posada… de su mujer.