Los puentes del diablo
Resulta habitual encontrar en Europa puentes que llevan el apellido “del diablo”. En general se trata de puentes de tipología medieval, que salvan profundos barrancos mediante arcos espectaculares, cuya construcción asombra todavía hoy. No importa que buena parte de la población hubiera trabajado durante meses en la construcción del puente. Al final, se acaba imponiendo la leyenda de que semejante estructura fue obra del diablo.
El relato de la construcción de estos puentes por parte del diablo tiene dos versiones muy generalizadas, y en ambas el origen es la dificultad para cruzar el río (o el hartazgo de hacerlo a menudo) por parte de algún lugareño. El diablo, a cambio de construir el puente reclama, como cabe esperar, llevarse un alma. Por su parte, quien solicita tal favor también pone sus condiciones, que para eso la humanidad ha sido siempre muy lista negociando contratos.
En la primera de las versiones, se le ofrece al diablo el alma del primer ser que pase por el nuevo puente. El diablo cumple su parte y lo construye rápidamente. A cambio, el solicitante se las apaña para que el primero que pase por el puente sea un perro o una cabra.
En la segunda versión, el lugareño ofrece su alma, pero con la condición de que el diablo construya el puente en una noche, y lo termine antes de que cante el gallo. En este caso, la insistencia y el acoso al gallo por parte de las gentes del lugar, con la ayuda de la luz de un candil, ofrece como resultado que cante el citado gallo justo cuando al pobre diablo le quedaba por colocar una sola piedra.
En la provincia de Teruel, como corresponde con cualquier provincia que se precie, hay un puente que a veces es llamado “del diablo”. Se trata del precioso puente de tipología medieval de La Fonseca, en término municipal de Rubielos de Mora. En este caso, su historia se ajusta a la segunda de las versiones citadas anteriormente. Por cierto, muy cerca de este puente se encuentra el denominado puente «de Ángel». Del infierno al cielo se asciende rápidamente, y sin pasar por el purgatorio.
El diablo guarda para siempre el rencor por haber sido engañado. En una restauración del pont Valentré (Cahors, Francia) se colocó una graciosa dovela que representa al diablo intentando quitarla, para que el puente se hunda. Es que el diablo nunca duerme. Menos mal que el arco tampoco (“el arco nunca duerme”, proverbio árabe).