Ventisqueros
Uno de los mayores problemas que ofrece la vialidad en tiempo invernal es la formación de ventisqueros en la carretera, formados por el viento. Nevada con viento es sinónimo de muchos problemas para los responsables de la explotación de la carretera.
Curiosamente, las técnicas para evitar la formación de ventisqueros, o más exactamente para que se formen en zonas controladas, no han variado apenas en 150 años. Por otra parte, las figuras sobre la formación de ventisqueros y sobre las pantallas que procede colocar, que se vienen reproduciendo sistemáticamente en los textos modernos, son copia de las que figuraron en la que es probablemente la primera publicación en español sobre vialidad invernal, “la nieve y el hielo en la carretera”, escrito por Mariano Aisa Dea en 1966.
La formación del ventisquero
El verbo ventiscar tiene dos entradas en el diccionario, nevar con viento fuerte o levantarse la nieve por la violencia del viento. Ambos casos son perjudiciales para la explotación de la carretera (quizá más la segunda acepción, pues obliga a efectuar trabajos de limpieza incluso cuando ha dejado de nevar). Las partículas de nieve suspendidas en la corriente de aire pueden depositarse en el suelo al encontrar algún obstáculo, dando origen a un ventisquero que puede acumular grandes espesores de nieve. Estos obstáculos son originados en muchas ocasiones por la propia sección de la carretera (bordillos, pretiles, sistemas de contención, trincheras de desmonte, terraplenes, hierba alta o arbustos en sus márgenes inmediatos, etc.). Ni qué decir tiene que el fenómeno se produce con mayor intensidad en parajes con escaso arbolado próximo a la carretera, en los que el viento arrastra nieve desde grandes distancias.
En un interesante artículo de Ángel Hernando del Cura (2005), se recoge la velocidad crítica del viento para llevar suspendidas partículas de nieve: en nieve seca, de 4 a 11 m/s, y en nieve húmeda, de 7 a 14 m/s, siempre en función de la temperatura del aire. Cita también que entre el suelo y la altura de 1,20 m circula el 50% de la nieve que es arrastrada y que a 10 m de altura prácticamente no hay partículas.
Las figuras que siguen pertenecen a la citada publicación de Mariano Aisa Dea (1966). Han sido tomadas de la reproducción que hizo Luis Antona Iturmendi en una ponencia perteneciente al Cursillo de Vialidad Invernal celebrado en Jaca en febrero de 1979. Este cursillo fue el antecesor de los actuales congresos de vialidad invernal. Ya he comentado que estas figuras se han ido reproduciendo en la mayor parte de textos modernos sobre vialidad invernal.
Pantallas antiventisqueros
Las pantallas han sido tradicionalmente la solución para evitar la presencia de ventisqueros en las carreteras. Son obstáculos artificiales, dispuestos a una cierta distancia de la carretera, para conseguir que el inevitable ventisquero se forme en ellos y no en la carretera.
Probablemente, las primeras pantallas fueron colocadas en la primera mitad del siglo XIX. De hecho, las primera publicación que he encontrado sobre la colocación de pantallas o banquetas en los márgenes para evitar la formación de ventisqueros data del año 1854 y se refiere a las vías de ferrocarril, pero bien pudieran aplicarse también a las carreteras. Apareció en la Revista de Obras Públicas, transcribiendo un artículo publicado en L’Ingenieur, en el que no teoriza, sino que se refiere a experiencias ya existentes. Consideraba como método más eficaz la ejecución de una banqueta de 2,5 a 4,0 metros de anchura, situada en el talud del desmonte que hace frente a la dirección de los vientos reinantes con el añadido de la construcción de caballeros de 1,2 a 1,5 m de altura, a cierta distancia del talud opuesto. Las pantallas son citadas a continuación: En los puntos en que no existen caballeros ni banquetas, y en que a las nevadas acompañan vientos fuertes y continuos, se emplean cercados de tablas de 1,5 a 2 m de altura, colocados a 7 o 10 m de la arista del talud, pudiendo también formarlos con setos o plantaciones de arbustos de rápido crecimiento: estas plantaciones se establecen en tres filas paralelas o en una sola según convenga; los resultados que han dado han sido sumamente satisfactorios desde el momento en que su altura llegaba a los 2 m. Como puede observarse, tanto la altura de estos elementos como la necesidad de ubicarlos a cierta distancia de la carretera ya se tenían claras a mediados del siglo XIX.
En el imprescindible libro sobre Carreteras de Manuel Pardo, publicado en 1892, aparecen definidas las defensas paranieves, que evitan que la nieve se acumule en ciertas trincheras. Consisten en una pantalla, que se coloca del lado del viento reinante y a distancia variable entre 3 y 7 metros de la arista superior del desmonte. Su altura depende de las circunstancias locales, aunque de ordinario oscila entre 1,20 y 3 metros. Constrúyense de madera, faginas, setos vivos, tierra, piedra en seco o mampostería.
En 1923, otro artículo de la revista de Obras Públicas describió las defensas contra la nieve en el ferrocarril de Bergen a Cristianía, que estaba en funcionamiento desde 1909. Además de gran número de galerías de defensa (falsos túneles en realidad), se citaron las pantallas de defensa colocadas y se mostró la sección transversal de ellas.
En 1966 apareció la citada publicación de Mariano Aisa Dea, que marcó un hito en la materia. De entrada, Aisa dibujó diversos tipos de paranieves, con elementos verticales u horizontales, e incluso con fibra de coco.
Fue importante (y es el único “secreto” de estos sistemas) establecer las distancias que deben existir entre el extremo de la carretera y las pantallas, para que funcionen perfectamente. Aisa propuso en sus figuras una distancia de 15 veces la altura de la pantalla, que es lo que se prevé que va a ocupar el ventisquero formado a sotavento del paranieves:
En realidad, la anchura de este depósito de sotavento depende mucho de la diafanidad de la pantalla (entendiendo por diafanidad el porcentaje de huecos en la sección de la barrera). Si dicha diafanidad es nula (barrera sin huecos), la longitud del ventisquero de sotavento suele estar en torno a 15 veces la altura de la pantalla, mientras que si la diafanidad alcanza el 50%, el depósito puede llegar a alcanzar las 35 veces la altura de la pantalla. La anchura del ventisquero de barlovento suele ser de 10 veces la altura de la pantalla.
El problema de la expropiación
De lo expresado anteriormente se deduce que la instalación de estos elementos requiere expropiar terrenos, pues los que se necesitan para ubicar las pantallas y poder acceder a ellas se encuentran alejados de la carretera y de su zona de dominio público. Este ha sido tradicionalmente el principal problema para la instalación correcta de pantallas antiventisqueros. Se han dado casos en los que para evitar este serio problema se han colocado relativamente cercanas a la carretera, consiguiendo que el efecto sea negativo para la explotación de dicha carretera, generando más problemas la presencia de las pantallas que su eliminación. En alguna ocasión se ha solicitado la autorización de los titulares de los terrenos próximos a la carretera, e incluso se han llegado a colocar pantallas fácilmente desmontables, para facilitar el trámite. Otra estrategia que algunos han seguido es el ofrecimiento al propietario de los terrenos efectuar una plantación, por parte del gestor de la carretera, que haga las veces de pantalla antiventisquero, con objeto de facilitar la autorización pertinente.
En cuanto a los materiales utilizados para las pantallas, tradicionalmente fue la madera tratada o la malla de material plástico. También se plantaron pantallas vegetales, que tienen mejor integración ambiental. Por cierto, el mantenimiento de las pantallas es importante, debiendo reparar cada año los desperfectos que hayan podido sufrir. Nunca está de más utilizar material reciclado. Un ejemplo singular son las pantallas repuestas con viejas lamas de señalización, como el paranieves propuesto por Alvac S.A. en el puerto del Esquinazo, en Teruel.
Como se ha visto, muy poco ha cambiado la técnica en los últimos 150 años. Hoy día, para redactar un proyecto de pantallas paranieves deben conocerse pocas cosas: para la localización suelen tenerse en cuenta los episodios sufridos en diversas campañas de vialidad invernal (es importante llevar un buen registro de las zonas que suelen tener problemas habituales debidos a la formación de ventisqueros). Por otra parte, debe analizarse la disposición de las pantallas en relación con el eje de la carretera. Para ello debe estudiarse el viento reinante y la intensidad de este viento. La colocación de barreras depende de este factor, y las figuras más conocidas son, cómo no, las de Mariano Aisa (1966):
Cuando el enemigo está en casa
En 2010 se sufrió en la provincia de Teruel uno de los peores episodios de vialidad invernal. Fueron tres días seguidos de fuertes nevadas acompañadas de vientos intensos. Tuvo una cosa buena: con un solo fenómeno adverso se pudieron localizar y estudiar en detalle todas las zonas en las que la formación de ventisqueros dificultó notablemente la circulación.
Como era de esperar, muchas de esas zonas coincidieron con terrenos sin vegetación muy expuestos a los vientos, en tramos de carretera con trincheras o terraplenes, o bien con elementos que suponían un obstáculo.
Como curiosidad, fue sorprendente la cantidad de ventisqueros que se formaron en la autovía A-23, frente a un viento poco habitual, del oeste. En esta autovía, al igual que en muchas otras de España, hay tramos en los que, de acuerdo con las Recomendaciones sobre sistemas de contención, se optó por disponer barreras superpuestas en ciertos puntos. Estas barreras actuaron como auténticas pantallas paranieves, solo que no estaban colocadas a una distancia de entre 15 y 35 veces la altura de las barreras, sino muy próximas a la calzada. Quizá, en determinadas zonas, debería replantearse la colocación de este tipo de barreras, o al menos alejarlas todo lo posible de la carretera.
En otras ocasiones sucede que una pantalla colocada a menor distancia de la recomendada genera un depósito en sotavento que alcanza la carretera, siendo su efecto peor que el que hubiera existido sin la propia pantalla.
Evidentemente, una de las tareas necesarias antes de la campaña invernal debe ser el segado intenso de los márgenes de las carretera y la eliminación de arbustos que pudieran constituir un obstáculo y almacenar la nieve. Esto lo saben muy bien los responsables de explotación de zonas con problemas de vialidad invernal.
Jugar con pantallas antiventisqueros
Uno de los juguetes que tiene el aula didáctica de carreteras de Teruel, anexa a su museo de Carreteras, permite representar el efecto conjunto de la nieve y el viento. Mediante un motor, se provoca una fuerte ventisca (la nieve ha sido sustituida por copos de algodón) y los escolares pueden observar la utilidad de las pantallas antiventisqueros y conocer para qué sirven esas barreras de madera que a veces observan en los principales puertos de montaña. La maqueta, como la mayor parte de las del museo, ha sido confeccionada por Modesto Pascual Garcés.
Son elementos integrados en zonas de gran belleza paisajística
La ubicación de las pantallas suele coincidir con zonas montañosas. Nos hemos acostumbrado a su presencia, que enmarca tramos de carretera de gran belleza. Para muestra, un botón: se incluyen unas fotografías que corresponden a viejas pantallas de madera, en el puerto de Cabigordo, de la antigua carretera de Teruel a Cantavieja (hoy carretera autonómica A-226).