Minas de petróleo.
A la derecha del kilómetro 11,2 de la actual carretera A-1515, cerca de Rubielos de Mora (Teruel), se divisan los restos de varios edificios. Uno de ellos parece una auténtica catedral olvidada entre los repoblados pinares. No le falta su “campanario” próximo.
¿Qué hacen allí estos edificios?
Debemos comenzar por situarnos en el año 1918. La Primera Guerra Mundial provoca que los países europeos estén muy necesitados de materias primas, en especial de las energéticas.
Por otra parte, estamos en un momento crítico, ya que la evolución del parque automovilístico requiere cantidades crecientes de combustible, que en España es caro y muy difícil importar en esos momentos. El siglo XIX, que en la práctica solo utilizaba los aceites derivados del petróleo para la iluminación, ha quedado atrás. En la década de 1920 despegan paralelamente el número de vehículos circulando por España y las cantidades de petróleo importadas.
Carreteras para exportar carbón…
Respecto al carbón, la neutral España ve una oportunidad para exportar lo que Europa necesita y ella posee. Se prevé un buen negocio.
Para efectuar el transporte, en ese momento ya se dispone de una red de ferrocarriles capaz de exportar toneladas de carbón y de otros materiales. El problema es que algunos lugares de extracción necesitan una buena comunicación por carretera hasta llegar a las estaciones de ferrocarril más próximas.
Previendo el negocio que parecía venir, en julio de 1918 se aprobó la disposición de un crédito de 6.440.634,95 pesetas destinado a la rápida reparación de determinados tramos de carreteras que eran tránsito obligado desde cuencas carboníferas a estaciones de ferrocarril, desde donde se exportaba el carbón hacia la maltrecha Europa. El crédito fue destinado a carreteras concretas de Barcelona, Córdoba, León, Asturias, Tarragona y Teruel.
El Ministerio planteó dos opciones: dirigir las obras de acondicionamiento un ingeniero nombrado por el Ministerio o hacerlo la propia Jefatura de Obras Públicas. Teruel, Barcelona y Tarragona eligieron esta segunda opción, lo que suponía que las propia Jefaturas provinciales debían gestionar el crédito recibido en pequeños créditos, contratando trabajos al estilo de la actualmente denominada “gestión directa”.
… y necesidad de petróleo para el consumo interior.
En plena guerra mundial, la importación de petróleo era muy complicada. España tenía un problema.
La obtención de petróleo nacional fue una obsesión a partir de la primera década del siglo XX, cuando comenzaron a ser fundamentales sus derivados. A falta (y no por ausencia de intentos) de obtener bolsas de petróleo con cierta entidad en nuestro solar, varios fueron los casos que intentaron obtenerlo por destilación a partir de rocas bituminosas, generalmente esquistos, margas y pizarras.
Parece ser que el primer intento se registró en Sigüenza (Guadalajara), allá por el año 1882. El problema que se encontraron fue el habitual: escaso contenido bituminoso, que no hizo rentable la explotación.
Ya en los inicios del siglo XX se pusieron en marcha dos instalaciones más: una en Ribesalbes (Castellón) para destilar esquistos bituminosos. Duró solo diez años, entre 1904 y 1914.
La otra instalación fue la de Riutort (Barcelona), que explotó margas del Cuinense (Eoceno inferior) desde 1906 hasta 1916. Durante esos diez años destilaron unas 245 t de petróleo después de extraer y manejar unas 3.500 t de roca. No fue rentable. Hoy día se explota turísticamente.
Año 1918. La oportunidad en Rubielos de Mora.
Ahora llega la respuesta a la pregunta con la que comenzaba este artículo.
Junto a la entonces denominada carretera “de la Venta del Aire a Morella, por Rubielos de Mora, Mosqueruela, La Iglesuela y Cinctorres”, a menos de 12 km de la Venta del Aire, se encuentra el cerro Porpol, uno de los yacimientos más estudiados desde el punto de vista paleontológico por su cantidad y calidad de restos fósiles del Terciario.
La carretera ya estaba construida hasta Rubielos de Mora desde el año 1894 y su origen, la Venta del Aire, se encontraba junto a la carretera de Teruel a Sagunto y al ferrocarril Central de Aragón. Era un lugar privilegiado por sus buenas comunicaciones.
Pero además de esos interesantes restos fósiles, en el cerro Porpol y en otras partidas próximas existe otro tipo de yacimientos, esta vez de interés económico: lignitos y pizarras bituminosas.
Los lignitos fueron explotados a comienzos del siglo XX. No obstante, nuestra historia se va a centrar en la obtención de petróleo a partir de la extracción de pizarras bituminosas.
En 1918 comenzó la explotación de las pizarras bituminosas del cerro Porpol en Rubielos de Mora. Por destilación se obtenían los aceites básicos para obtener combustibles y otros productos. La fábrica fue de gran entidad, ya que dispuso de hornos, laboratorios, oficinas, viviendas… En el año 1919 llegaron a trabajar 700 personas en esas instalaciones, entre mineros y operarios de los hornos y equipos de destilación.
La empresa que explotó estas pizarras bituminosas fue Sabadell y Henry, que también es considerada como la primera en construir una refinería de petróleo en España, en Cornellá de Llobregat (Barcelona). Precisamente en esa instalación catalana finalizaba el refino de los aceites obtenidos en Rubielos de Mora.
A pesar de la gran inversión efectuada, estimada diez años después en 2,5 millones de pesetas, la vida útil de las instalaciones de Rubielos de Mora fue muy corta.
El primer problema surgió al terminar la guerra y ser más fáciles las importaciones de petróleo y derivados. En 1928 lo contaba así la empresa Sabadell y Henry: “la referida instalación […] fue hecha durante la pasada guerra cuando las circunstancias exigían imperativamente que se acudiera a ese medio para poder atender a las necesidades del mercado y principalmente de los servicios públicos y remediar la situación angustiosa que se iba creando en España por la carestía de combustibles líquidos. Fue una obra de patriotismo, y si la guerra por desgracia hubiera durado más, Rubielos de Mora hubiese prestado un concurso eficaz al abastecimiento nacional”.
El otro problema fue la ausencia de rentabilidad, ya que el contenido bituminoso era relativamente escaso y para su obtención precisaba la extracción y movimiento de gran cantidad de material. En diciembre de 1980, el Instituto Geológico y Minero de España publicó un informe sobre la “Investigación geológica y geofísica de la cuenca terciaria de Rubielos de Mora (Teruel)”. Las conclusiones mostraron la relativa pobreza del contenido bituminoso de estas pizarras. Por ejemplo, el volumen total con posibilidad de explotación del cerro Porpol es de 22.923.139 m3, con una ley media de 22,73 litros por tonelada, sin tener en cuenta el estéril. Otros tramos próximos tienen leyes parecidas (22,32 l/t en el Calvario y 22,55 l/t en el tramo del Río Rubielos).
Al cesar la fabricación, las instalaciones aprovechables se llevaron a Cornellá, según consta en un recurso presentado en 1928 por la propia empresa: “Sabadell y Henry había invertido en su instalación de Rubielos de Mora, sin haber obtenido ni un solo céntimo de beneficio, la importante cantidad de 2.514.062,29 pesetas; y en esas condiciones todo impone que Sabadell y Henry reciba el valor de esa instalación, que es su precio de coste, sin más excepción que el valor de aquellos elementos trasladados de Rubielos de Mora a la refinería de Cornellá y valorados en 393.824,18 pesetas”.
No obstante, es bastante probable que muchas de estas instalaciones industriales terminaran en Puertollano (Ciudad Real). En esa industrial ciudad se explotaron pizarras bituminosas entre 1920 y 1955 por parte de la empresa Sociedad Minero Metalúrgica Peñarroya de los Rothschild. Las pizarras de Puertollano tenían alta riqueza de aceites, la gasolina sintética resultante era también de calidad y en consecuencia fue rentable su explotación.
Para Puertollano, la explotación de pizarras bituminosas fue el origen de su actual dedicación al mundo del petróleo. El espaldarazo lo tuvo en 1943, cuando por parte de la Empresa Nacional Calvo Sotelo de Combustibles Líquidos y Lubricantes (perteneciente al INI, creado dos años antes), se inició la construcción de una fábrica para destilar pizarras bituminosas, incluyendo plantas químicas y una central termoeléctrica. Cuando en la década de 1960 se planteó la instalación de una refinería de petróleo, Puertollano ya tenía una prolongada experiencia, gracias a la riqueza bituminosa de sus rocas.
Mientras, las abandonadas instalaciones de Rubielos de Mora siguieron perteneciendo a la empresa Sabadell y Henry.
Mediante un Real Decreto-Ley de 28 de junio de 1927 (curiosamente, firmado por el rey Alfonso XIII en la Embajada de Londres) se creó la Compañía Arrendataria del Monopolio del Petróleo, S.A. (Campsa). El objetivo se expuso claramente en su parte expositiva: el petróleo entonces ya era básico para la industria y para la defensa nacional y los países que disponían de yacimientos se orientaban hacia la nacionalización, al menos parcial, para garantizar el abastecimiento interno. Por contra, los países “que hasta ahora no han podido alumbrar petróleos en su subsuelo, ni destilar carburantes propios en cantidad y calidad suficientes, pugnan por fortalecerse frente a las empresas privadas, constituyendo o controlando sociedades en que el Estado se reserva parte mayoritaria de las acciones”.
El artículo 10 del Real Decreto expuso la manera de hacerse con las instalaciones existentes: “La Compañía se hará cargo de todas las fábricas, depósitos, surtidores y cualesquiera otras instalaciones destinadas a la importación, manipulación, almacenaje y distribución de los productos petrolíferos en el territorio a que se extiende este Monopolio que expropiará, al efecto, y pagará el importe del valor industrial de tales bienes”.
Campsa se hizo con las instalaciones de Sabadell y Henry, si bien solamente expropió las rentables instalaciones de Cornellá, pero no quiso las de Rubielos de Mora. La empresa presentó recursos en 1928 sin obtener, al parecer, un buen final para sus intereses.
Patrimonio olvidado… y degradado.
Hoy día, la imponente casa de administración está rehabilitada y forma parte de unas instalaciones de ocio (“Campamento las Minas”).
Los demás edificios se encuentran prácticamente arruinados, como escondidos en el interior de un pinar de repoblación.
Los pinos se van comiendo poco a poco el sueño de que en estas tierras pudiera obtenerse petróleo en abundancia como para abastecer buena parte de las necesidades nacionales de hace cien años.
Fue un sueño efímero, que quizá terminó en pesadilla.
Gracias por este interesante artículo y contextualizar estas historias.
Muchas gracias.
Muchas Gracias