Tildes
Hace ya unos cuantos años, antes de llegar a Despeñaperros camino de Andalucía, las señales de orientación insistían en que nos uniéramos a la alegría que habitualmente manifiestan sus habitantes. Esas señales repetían constantemente “BAILEN”, sabio consejo, aunque difícil de practicar cuando se conduce.
Parónimos tónicos o acentuales.
Evidentemente, los carteles citados se referían a la histórica ciudad de Bailén, en cuya referencia escrita se había omitido la tilde.
La ubicación de la sílaba tónica puede cambiar radicalmente el significado de una palabra. Hay ejemplos en muchas publicaciones: no es lo mismo la pérdida de mi hermana que la perdida de mi hermana, por ejemplo. Las tildes, bien colocadas, son la solución para evitar confusiones.
En lo que respecta a las poblaciones españolas, si no se dispone la tilde sobre su vocal correspondiente, nos podemos encontrar con casos curiosos, como que se nos invite a vacilar al llegar a DÚDAR (Granada) o a pensar que desean que recemos en ORÉS (Zaragoza). En otros casos nos pueden informar sobre algo que hacen, son o hicieron sus habitantes, como MONTÁN (Castellón), ESTABLÉS (Guadalajara) o AGUARÓN (Zaragoza). Poco hay que comentar sobre lo mal que quedaría llegar a CERDÀ (Valencia) o a RABÓS (Girona) o a pensar la complicada trayectoria que habrá seguido un río gallego para llegar hasta Aragón (río GÁLLEGO). Sobre fisonomía tratarían OJÓS (Murcia), RUBIÁ (Orense) o RUBIÓ (Barcelona) y podríamos confundir una población con un homenaje a un histórico líder chino al llegar a MAÓ (Menorca). En un caso se saldría bien parado, pues el nombre del pueblo evocaría una bella flor, como DALÍAS (Almería); en otro entraríamos en cuestiones sobre competencias, como CÓMPETA (Málaga). En PÁGANOS (Álava) se pasaría de exigir el abono de una cantidad económica a quienes allí lleguen a declarar a los del pueblo fuera de las religiones oficiales y condenarlos a las penas infernales. Pero el colmo es que nos inviten a pegar a todos los que encontremos en la travesía de la carretera, como sucedería con ÁGREDA (Soria).
Mayúsculas y minúsculas
Más adelante se expondrá la evolución de la forma de señalizar los nombres de las poblaciones en las normas sobre señalización vertical. Anticipo que disponer las tildes en la señalización de carreteras ha sido tradicionalmente una asignatura pendiente. Como muestra, un botón: la primera norma sobre señalización vertical publicada con la debida corrección ha sido la de 2014, nada menos. También anticipo que en las carreteras convencionales casi siempre se han utilizado letras mayúsculas.
Existe la equivocada opinión de que no es obligatorio acentuar las letras mayúsculas o que al menos durante un tiempo lo permitió la Real Academia Española (RAE). El propio organismo lo ha desmentido siempre: “Seguramente en la extensión de esa idea influyera el hecho de que las antiguas máquinas de escribir mecánicas no permitían situar limpiamente la tilde sobre las mayúsculas, de modo que el acento gráfico hería el cuerpo de la letra, ensuciando el texto. Ante ese efecto antiestético, en los textos escritos a máquina creció la práctica de prescindir de la tilde en las mayúsculas”.
En cuanto a las señales de las carreteras, históricamente se excusó la omisión de las tildes por la dificultad que la introducción de una tilde fuera de línea suponía en la fabricación de la señal. También hubo una excusa menos justificable, como fue mantener la estética del cartel y seguir a ultranza la rígida regla de separación vertical entre dos palabras. No obstante, ya en 1969 la RAE había manifestado al Ministerio de Obras Públicas su preocupación por las numerosas faltas de ortografía que había en las señales de las carreteras, causadas por la ausencia de la tilde. En 1976 volvió a incidir en el asunto enviando un nuevo escrito al citado ministerio, que se reproduce parcialmente a continuación.
El Ministerio de Obras Públicas no tardó en trasladar el escrito de la RAE a todas sus jefaturas provinciales. Por cierto, no se aplicó en modificar la cabecera de su propio escrito, pues seguía teniendo sus buenas faltas de ortografía:
Recuerdo que uno de mis primeros encargos, al llegar a la Unidad de Carreteras de Teruel en 1986, fue la adquisición de una serie de tildes adhesivas de diferentes tamaños, para colocar en su lugar correspondiente en algunas de las señales de las carreteras estatales de la provincia. Destinos como Sarrión, Albarracín, Montalbán, Báguena o Híjar quedaron correctamente escritos… salvo que algún afanoso vigilante colocara la tilde sobre otra vocal.
Los fabricantes.
Claro está que cuando el error viene de fábrica es difícil competir a favor de la ortografía. Un amigo, maestro de profesión, solía encomendar a sus alumnos un trabajo escolar que consistía en buscar faltas de ortografía en los carteles comerciales del barrio. En muchos casos no había que ir muy lejos para completar la tarea. Ahora bien, el colmo es que la propia empresa que se dedica a confeccionar carteles tenga faltas de ortografía… en su propio rótulo, y hay más de las que se piensa.
El rótulo de un establecimiento o un cartel metálico para una carretera tienen pocas palabras pero un coste muy elevado. Repasar repetidamente y con cuidado lo que se va a imprimir es fundamental, para evitar cualquier errata o falta de ortografía.
En otras ocasiones, el producto sobre el que se va a imprimir alguna palabra es relativamente barato, pero se producen miles de ejemplares. También en estos casos debe comprobarse que lo escrito es correcto antes de proceder a la masiva confección. Un caso preocupante es el de los chalecos de la Guardia Civil de Tráfico. Precisamente la palabra tráfico forma parte de un conjunto tritónico (tráfico, trafico, traficó), por lo que hay que andar con cuidado. Recientemente, en alguno de los chalecos citados ya he visto que se dispone la tilde sobre la letra A, de manera que se corresponde con la función del agente que lo lleva. No ha sido así en el pasado y al faltar la tilde el guardia anunciaba públicamente que traficaba, asunto inadecuado para un agente de la Guardia Civil, ya que el verbo traficar significa “hacer negocios no lícitos”, nada más alejado de las tareas de su benemérita institución.
Las señales de orientación en las normas.
Las primeras señales de orientación normalizadas de alguna manera datan de 1861 y fueron recogidas por Pardo en su libro de 1892. Ya entonces se utilizaron las letras mayúsculas para escribir los nombres de las poblaciones.
Con la llegada de los vehículos automóviles, hay que esperar hasta el final de la década de 1920 para encontrar los nuevos diseños que estableció el Circuito Nacional de Firmes Especiales. Los nombres de las poblaciones se seguían escribiendo con letras mayúsculas y, al menos en los ejemplos publicados entonces, no se utilizaron tildes.
Un hito importante en la señalización vertical fue la publicación de la Instrucción de Carreteras de 1939. Las señales y carteles de orientación continuaron con la utilización de mayúsculas para escribir los destinos, sin que en los ejemplos de la norma se acentuaran aquellas palabras que lo necesitaban.
En 1962 se publicaron las Normas de Señalización. Como novedad, introdujeron cuatro abecedarios básicos para que las letras de los carteles se ajustaran a las proporciones indicadas en dichos abecedarios. El cuarto de ellos, denominado “de caracteres cursivos”, incluyó letras minúsculas, que debían utilizarse para señalizar ríos, canales y otro grupo de señales diversas. Entre los ejemplos, la norma continuó con la omisión de la tilde en las palabras escritas con mayúsculas (correspondientes a poblaciones, en su mayoría), pero incluyó un ejemplo del que sea, probablemente, el primer diseño de una señal que incluyó una tilde: la señalización de Correos-Telégrafos.
En 1985, 1986 y 1992 se publicaron varios catálogos de señalización vertical. Ya aparecieron escritos con minúsculas (salvo la letra inicial, obviamente) los destinos señalizados en autovías o autopistas. En varios de los ejemplos de estos catálogos se acentuaron correctamente diversos destinos, incluso alguno escrito con letras mayúsculas. No obstante, los catálogos no olvidaron incluir alguna falta ortográfica, siendo común la relacionada con la sufrida ciudad de Ávila.
En 1999 se publicó una nueva Norma 8.1-IC, de Señalización Vertical. Recogió claramente los casos en los que el nombre de un destino debería estar escrito con minúsculas o con mayúsculas: “En carteles de orientación, los nombres de poblaciones se escribirán con su letra inicial mayúscula y el resto de las letras minúsculas, excepto en carreteras convencionales, en las que todas las letras serán mayúsculas. Los nombres propios que no sean de población se escribirán con su letra inicial mayúscula y el resto de las letras minúsculas. Los nombres comunes se escribirán con todas las letras minúsculas” […] “Todas las letras en carteles de localización serán mayúsculas, excepto las correspondientes a nombres de puntos característicos que no sean poblado ni límite territorial, que serán minúsculas salvo las iniciales de nombre propio”.
La norma fue novedosa y supuso un cambio notable en cuanto al diseño de las señales y a su instalación. No obstante, los ejemplos volvieron a mostrar poco respeto por el uso adecuado de tildes sobre las letras mayúsculas. Como quiera que la norma estableció con detalle el diseño de los carteles y en concreto los espacios verticales entre dos destinos escritos en un mismo cartel, parece que ese fue el motivo por el que se siguió la fea costumbre de obviar las tildes, que fueron colocadas solamente sobre letras minúsculas o cuando no había más que un destino en la señal.
Finalmente, la dicha llegó y en la nueva Norma 8.1-IC de 2014 se incluyeron las tildes donde se debía, aunque estuvieran las palabras escritas con mayúsculas. Tarde, pero al fin se había alcanzado lo que la RAE ya había solicitado en la década de 1960.
En fin, esperemos que se tengan en cuenta las reglas ortográficas al instalar cualquier cartel en nuestras carreteras. Es un mensaje dirigido a quien competa.