En busca del arco (perdido).
Arquitectura e ingeniería de piedra seca.
La Iglesuela del Cid es un precioso pueblo de la comarca del Maestrazgo turolense. Su conjunto histórico merece la pena ser visitado con la tranquilidad que se respira en todos estos pueblos, para poder disfrutar de sus hermosos edificios de piedra, como el propio Ayuntamiento, la iglesia de la Purificación, la casa Matutano-Daudén y varias casas renacentistas de gran interés, todo ello en un entorno natural impresionante, propio del Maestrazgo.
Geológicamente, La Iglesuela del Cid está inmersa en un inmenso mar de piedra caliza del cretácico inferior. Lo habitual es que esta piedra aparezca en lajas muy fáciles de extraer, que ahí denominan losas. Gracias a ellas los habitantes de esta zona (al igual que los de otras muchas zonas de España en las que también abunda la piedra) han sido desde siempre unos maestros de la técnica de la piedra seca.
La técnica tradicional de la piedra seca consiste en construir utilizando las piedras sin labrar y sin argamasa o conglomerante. Todo un arte de encaje, basado en la selección y en la sabia colocación de las piedras disponibles. Además, la técnica utiliza los materiales del lugar, que son perfectamente reutilizables, si fuera necesario, en reparaciones o reconstrucciones. Por todo eso la Unesco ha incluido los conocimientos y técnicas del arte de construir muros en piedra seca en su lista de patrimonio cultural inmaterial, a solicitud de Croacia, Chipre, Francia, Grecia, Italia, Eslovenia, España y Suiza. Salvada esta última, podría decirse que es un arte ancestral mediterráneo.
En La Iglesuela del Cid, estructuralmente se han atrevido con todo, desde paredes y muros (ahí llamados paredones) hasta dinteles, falsos arcos, falsas cúpulas y arcos estructurales. Todos estos elementos son preciosos por su sencillez y estética, y muchos de ellos admirables desde el punto de vista estructural.
Precisamente por ello propongo un paseo muy agradable, en el que además de disfrutar del paisaje propio del Maestrazgo turolense, vamos a hacerlo con una mirada estructural, al encuentro de la magistral solución que descubrió la humanidad para poder construir cúpulas y bóvedas con bloques de piedra de dimensiones humanas: el arco.
A unos tres kilómetros del caso urbano de La Iglesuela se encuentra la ermita-santuario de la Virgen del Cid, y ese va a ser nuestro destino.
Ya antes de salir del núcleo urbano se observa la abundancia de paredes que delimitan huertas, campos y pastos. En el Maestrazgo forman un entramado de kilómetros de longitud y todas están construidas con la técnica de la piedra seca.
Las paredes están construidas con lajas de piedra horizontales hasta alcanzar la altura deseada, generalmente superior a un metro, y suelen estar rematadas con lajas dispuestas en posición vertical, lo que les da un aspecto visual tan sencillo como bello.
No faltan los muros, algunos de gran altura, resueltos con la misma técnica. La mayor parte de ellos sostienen los bancales.
Además de las paredes y de los muros, abundan en el territorio las casetas, pequeños refugios para labradores y pastores. Es en estas construcciones donde se alcanza la maestría de algunos de sus constructores. Construir una caseta cubierta, utilizando solamente las piezas de piedra existentes a su alcance tiene su mérito.
La inmensa mayoría de las casetas son de planta circular (alguna llega a alcanzar los 5,5 m de diámetro) y se cubren con una falsa cúpula, es decir, obtenida mediante la aproximación sucesiva de hiladas de lajas.
La forma de un falso arco se puede observar perfectamente, en nuestro paseo, en una de las casetas integradas en un paredón. Se trata de un pequeño refugio constituido por una bóveda y cerrado por la parte trasera. Las piedras van disponiéndose en voladizo mientras la construcción gana altura, para después rematar el conjunto con una laja (piedra cimera), que hace el efecto de un pequeño dintel. El conjunto es muy bello, pero la solución estructural es débil. No debemos olvidar que la piedra, para trabajar adecuadamente, lo debe hacer a compresión.
Muy cerca del casco urbano se puede observar un precioso ejemplar de caseta rematada por una falsa cúpula. Se trata de un ejemplar del año 2010, construido por una escuela taller, imitando la técnica tradicional. Entrando en su interior puede verse la perfecta disposición de las lajas que componen la cúpula, que se va cerrando gracias a la pequeña parte en voladizo de cada una de ellas y se remata con una laja, la clásica piedra cimera, que culmina el cierre de la cúpula.
La piedra, como se ha dicho, debe trabajar a compresión. Resiste mucho menos los esfuerzos de tracción. Además, las piezas deben ser manejables. Por ese motivo una segunda solución estructural para cubrir espacios, como es el dintel o la viga, no permite que la luz cubierta sea importante. En nuestro paseo podemos ver una caseta integrada en un muro, cuya cubierta se soluciona mediante un dintel. Su anchura, como se ha dicho, es pequeña.
Un poco más adelante nos va a sorprender un hermoso conjunto de piedra seca. Son las denominadas “caseticas del cura”, ya que al parecer tienen por función poder resguardar a romeros e imágenes que acuden a la ermita en caso de una inesperada tormenta. Estas casetas datan de 1865.
El conjunto de muros y casetas impone por su belleza y su disposición. Y no solo por eso. Dos de las casetas han incluido la solución estructural perfecta: el arco. Las lajas actúan ahora perfectamente a compresión todas ellas. Incluso, para aumentar la estética de la estructura, uno de los arcos lleva unas sencillas lajas como separador de su doble rosca. Es un ejemplar de arquitectura tradicional muy hermoso.
Si desea profundizar más en la magia del arco y en su funcionamiento puede hacerlo en esta otra entrada:
Sigamos, porque este blog está dedicado a las carreteras. ¿Quieren ver un puente de piedra seca? Es suficiente con caminar unos pocos metros más y tomar el camino histórico de la Virgen del Cid (la actual carretera pavimentada da un rodeo). Después de efectuar un pequeño descenso llegamos al punto de cruce de un pequeño barranco. Allí el camino se estrecha para solucionar su paso mediante un antiguo puente, que en la zona denominan puente del Cid.
Abandonemos el camino para admirarlo. Todo él es de piedra seca, su bóveda, sus tímpanos, sus pretiles, uno de sus estribos (en el otro apoya directamente sobre la roca natural) y los muros de acompañamiento. Admirable ingeniería de piedra seca.
Su origen etimológico es distinto, pero nunca como en estas obras de ingeniería popular están más cerca las palabras magia y magistral. Y todo ello con una envidiable sencillez.
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